jueves, 27 de noviembre de 2014

Vainas - Melosería

Con la melosería me pasa lo mismo que con el chisme. Me disgustan tanto, que me fui al otro extremo. Por el lado de la melosería, cualquier retórica chimba me causa nauseas. Y por el del chisme, no cuento nada de lo que me pasa a menos que me pregunten.

Yo no sé qué tan bueno sea ser así de alérgico a la melosería. Muchas mujeres lo ven como un defecto, por ejemplo. Pero lo que sí les puedo decir es que esa actitud me ha llevado a leer cosas mejores.

En la literatura existen los Coelhos, que son melosos como un hijueputa, y flojos, flojos. Y si en la literatura existen, en las redes sociales pululan.

Pero este post no es para criticar. Lo que vine a decir es que hay cosas que traen todo el sentimentalismo característico de las vainas melosas, pero que son estéticamente tan bien hechas, que no empalagan. Esas cosas son las que ando buscando. Ahí les dejo dos ejemplos:





sábado, 1 de noviembre de 2014

Vainas - Hágase para allá, pero no tanto

La distancia es caprichosa. Cuando es muchísima, difícil de recorrer, causa nostalgia y ganas de estar junto a esa otra persona. Hace que llames, que escribas, que sueñes.

Si no es mucha, digamos dos horas de trancón, lo único que genera es fastidio al recorrido. Y puede llegar a ser tanto, que jode hasta el amor más puro.

Y cuando ya no hay espacio entre los amantes, se pasa bien, hasta que cansa.

viernes, 17 de octubre de 2014

Vainas - vendas en los ojos

Hoy en día es facilísimo encontrar movimientos que promueven comportamientos menos depredadores y excluyentes. Ciclistas, defensores de animales, veganos. Chévere. Chévere que existan estos movimientos, y que podamos ser parte de ellos, pues demuestran intención de cambio, de mejora. Dejan ver que el cinismo no está ganando la batalla.

Hace unos días un ciclista iba por la cicloruta en sentido contrario a mí, que también iba en bicicleta. Llegamos a un cruce de carros y debíamos esperar a que el semáforo nos diera el paso. Un carro, con todo el derecho que le daba el color verde en el semáforo, iba a cruzar, pero se encontró con el ciclista que venía en sentido contrario a mí, quien ni corto ni perezoso siguió avanzando, a pesar del clarísimo rojo del semáforo de la cicloruta. No vio el semáforo, pensé. Normal, a cualquiera puede pasarle. Pero no, en este caso el ciclista lo hizo intencionalmente. Se lo dijo claramente al conductor del carro: "tienen que acostumbrarse a ver si hay ciclistas cruzando". Y sí, todos aquellos que conducen carros deberían verificar que no hayan personas o ciclistas cruzando. Pero este ciclista en especial lo dijo con ínfulas de buen ciudadano, como si ir en bicicleta lo revistiera de una autoridad moral inapelable. Y lo dijo cuando el semáforo ESTABA DANDO EL PASO AL CARRO.

En el tiempo de la conquista de América, la evangelización parecía una alternativa razonable y humana frente a los salvajes sacrificios que se practicaban como ofrenda para dioses. Unos años después, los mismos evangelistas rostizaban herejes.

Ojalá que el fanatismo no se convierta en la venda que ciegue los ideales de ciclistas, defensores de animales y veganos.

La Patria - Toreo II

Escribí el anterior post sin haberme hecho una pregunta fundamental: ¿cualquier tradición cultural debe protegerse a rajatabla? Kalus Ziegler expone aquí un argumento contundente para responder esa pregunta:

"Hasta 1957, para mencionar un ejemplo, la legislación colombiana prohibía el voto femenino. Negarle el voto a la mujer fue 'tradición' hasta hace poco. Así mismo, no fueron menos 'tradicionales' la discriminación racial y el linchamiento moral de los homosexuales. La mutilación genital femenina ha sido tradición cultural y religiosa en muchos países islámicos; el Corán, a manera de escarmiento, también recomienda la amputación de la mano del ladrón: otra costumbre centenaria. Y no olvidemos que la tortura se practicó de manera tradicional en el mundo entero hasta finales del siglo pasado. Espectáculos tan salvajes como las corridas actuales hicieron parte durante siglos de viejas tradiciones europeas: 'La quema del gato' y 'El hostigamiento del oso' fueron diversiones populares en Inglaterra desde el siglo XVI, vetadas por el Parlamento en 1835."

Entonces, se puede decir que no siempre es conveniente proteger las tradiciones culturales. Lo difícil es establecer cuándo sí y cuándo no. Porque seguramente todos estamos de acuerdo en que sí se deben proteger algunas como los juegos autóctonos (rana, chaza, tejo), los carnavales de cada región, los cultos religiosos tradicionales. ¿Pero en qué punto deben dejar de protegerse? Cuando atentan contra otro ser vivo, digo yo. Lo bueno es que todos, incluso los amantes de los toros, pueden reconocer cuándo se está atentando contra otro ser vivo.

Para rematar, el mismo Kalus Ziegler dice en su artículo: "Si algo ha caracterizado el proceso de civilización ha sido precisamente la capacidad de las sociedades para romper con costumbres bárbaras, consentidas y protegidas por las instituciones de cada época."

Ahí les dejo para seguir pensando.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

La Patria - Toreo

Hay varias razones para escribir sobre la tauromaquia. Primero, porque creo que es un asunto importante; segundo, porque casi todos los que me rodean tienen una posición totalmente contraria a la mía; tercero, porque cuando hablo con alguien sobre el tema nunca me queda alguna idea interesante que me invite a evaluar mi posición; y cuarto, porque escribir me ayuda a organizar las ideas, que bastante falta me hace en este tema. Además, si lo hago por escrito, puedo exponer mis argumentos y evitar discusiones exaltadas e infértiles (comunes cuando se trata de este tema) donde se exponen posiciones sin ideas. Y no es que quienes se exaltan sean sólo los otros, no. Yo también me acaloro cuando hablo de toros.

Una anotación previa como para calentar el ambiente. Este asunto de los toros logró algo que no es fácil: unir a petristas y uribistas (sí, petristas, hay un jurgo de uribistas defendiendo a los toros. Si no lo han notado puede ser que tengan pocos amigos ubicados en el lado contrario de la corriente política que apoyan. Y eso, digo yo, es malo.).



Ahora sí, al tema. Muchos puritanos dirán que el asunto no es difícil, que cómo va a ser difícil apoyar la causa de no matar más toros por diversión. Pues bien, yo digo que el tema es complicadísimo. Y lo digo porque veo que hay dos extremos fundamentales que pueden estar chocando: el respeto a la vida (que es lo que los puritanos defienden) y el respeto a la libertad. 

Prohibir las corridas de toros me parece un atentado contra la libertad de algunos pocos que disfrutan ese espectáculo / salvajada / festejo / actocultural (escoja el que más le guste para terminar la oración). Si somos permisivos cuando prohíben cosas que sólo le interesan a unos pocos, estamos jodidos. Cuando una sociedad es permisiva, quien gobierna da rienda suelta a su poder y se permite prohibir más y más cosas que considera horrendas, y en ese sin fin de prohibiciones, tal vez cae alguna que sí nos interese. Por supuesto, la prohibición no es un demonio ni mucho menos. Prohibir la pena de muerte, por ejemplo, es importantísimo, porque por nuestra naturaleza egoísta y egocéntrica, pasaríamos de matar violadores, drogadictos y "gamines", a matar a todo aquel que no esté de acuerdo con nuestras ideas.

Considerando lo anterior, hay que ser muy finos para decidir cuándo sí y cuándo no se debe prohibir algo. Entonces, la pregunta: ¿el caso de las corridas de toros es un asunto que deba prohibirse? Creo que no, porque las corridas de toros son parte de la cultura heredada de nuestros antepasados españoles y como tal, debe defenderse para promover la pluriculturalidad. Ahora otra pregunta: ¿qué es cultura y qué es costumbre? Yo no sé establecer la línea exacta que los divide y por eso no estoy seguro si las corridas de toros son lo uno o lo otro. Pero de todas formas, más desde la intuición que otra cosa, me atrevo a decir que las corridas de toros hacen parte de la cultura y no son una simple costumbre. Lo digo considerando que la costumbre es un hábito y la cultura un patrón de comportamiento heredado. Las dos se transmiten entre generaciones, pero la primera se hace sin un objetivo claro y sin orientación, mientras que la segunda es, en alguna medida, guiada por parte de los mayores (eso lo concluí después de algunas lecturas). Entonces, el toreo es un asunto cultural que debe respetarse aunque no nos guste.

Pero lo anterior es lo que yo pienso y tal vez esté equivocado. Por eso existen las cortes de la rama judicial: para decidir cuando un asunto es muy complicado (dejemos un momento por fuera la pinche corrupción que nos tiene jodidos). Con esto también quiero decir que no creo que la alternativa en este tema sea la consulta popular, pues no siempre se debe hacer lo que mayoría quiere. El principio de defensa de la riqueza cultural es base fundamental de la democracia como la conocemos, porque nos permite convivir en la diferencia. Y para convencerse de qué tan diferentes somos, hablen de fútbol, política, arte o religión con sus más cercanos. En este punto cabe una claridad: las corridas, como dije, son un asunto cultural, pero no de minorías. Quienes gustan del toreo son pocos pero no son minoría. Ellos están haciendo valer sus derechos, las minorías no pueden.

Hace unos días Javier Garciadiego, presidente de El Colegio de México, confesó en una entrevista que los toros son una de sus aficiones enfermizas. Pero a renglón seguido (digo renglón porque la leí, no la escuché) dijo: "Son una salvajada. Creo que conforme se racionalice el ser humano, este tipo de festejos deben desaparecer". Apoyado en esto, considero que se hace más al mostrar una opinión firme frente a la salvajada que es una corrida, que al prohibirlas.

Para finalizar, debo decir que no me gusta la tauromaquia ni poquito. Y digo esto nomás porque en nuestra Patria, es facilísimo poner a un crítico en la orilla opuesta de lo que defendemos. Antes de leer los últimos dos párrafos, por ejemplo, varios habrán creído que soy un amante de ver matar toros. Y no.



Una esquirla de este asunto es el tema Petro. Qué dictadorcillo me pareció cuando rescindió el contrato de alquiler de la plaza. Luego lo empeoró al anunciar que denunciaría las huelgas sobre toros. En ese momento me pregunté: ¿si eso no le funciona, qué sigue? Me gustó mucho la forma en que Salomón Kalmanovitz se refirió al tema. Dijo que Petro pretendía "hacer un faraónico proyecto cultural que enterrara el ruedo". Cuando lo leí, me imaginé a uno de los Faraones de Egipto, exigiendo que se cumplan sus caprichos.

PD. jueputaquéposttanlargo. Si me siguieran en tuiter habrían leído lo fundamental de todo lo anterior en sólo seis tuits (suponiendo que alguien lee esto, claro).

martes, 2 de septiembre de 2014

La Patria - Confianza

I

Leí esta noticia sobre el papiloma en El Espectador. Me puse a pensar qué habría pasado si "Nelson Padilla", el editor que mencionan en la noticia, no hubiera recibido información científica adicional sobre el tema. Pudo pasar que se queda con la idea que le dio el "médico" cercano y no logra establecer que tal vez todo el asunto no pasa de una (cada vez más común en Colombia) histeria mediática. En ese contexto, sin más, decide regar la preocupación entre sus familiares. Como editor, imagino que goza de buena reputación en su familia y que sus apreciaciones son altamente valoradas. Supongamos, entonces, que su opinión cala tan profundamente en uno de sus familiares, que este decide no vacunar a su hija. Años después el cáncer y etcétera.

II

Estoy iniciando un proyecto con varios socios y me es difícil participar porque siento que asumimos muchas cosas sin tener información. Las discusiones sobre presupuestos que se presentan son aburridísimas (y hasta elevadas de tono) porque todos decimos lo que pensamos y emitimos juicios desde la especulación. Uno de ellos tiene más experiencia que el resto de nosotros y por ello aceptamos muchas de sus opiniones. Me asusta pensar que nuestro exceso de confianza sea la razón por la cual el proyecto se vaya al traste.

III

Nelson no quiere hacer daño a su familia y mis socios y yo no queremos quebrarnos, pero la cuestión es que asumimos y aceptamos tantas cosas tan despreocupadamente que somos un peligro para otros y para nosotros mismos. 

Todos (o casi) actuamos así: opinando desde el "yo creo" o el "me parece". Y está bien, pues es difícil conocer de forma suficiente la gran diversidad de temas que hay que tratar en la vida. Pero hay que hacerlo con responsabilidad, reconociendo que uno usualmente opina desde el desconocimiento. Este post es el perfecto ejemplo de alguien hablando de algo que no conoce: el papiloma. Así que, para mi tranquilidad, es mejor que sepan que no soy científico ni médico ni nada parecido.

IV

Casi no conozco nada que esté fuera de Colombia porque conocer exige tiempo, y a donde he ido no he estado lo suficiente. Por eso hablo de Colombia. Aquí todos asumimos posturas desde el "yo creo", que es normal, pero las elevamos rápidamente a verdades irrefutables (mantengan una conversación sobre política con sus familiares y verán), sin reconocer que tal vez estemos equivocados. Incluso, omitimos el "creo que" o similares, y afirmamos tajantemente y con convicción. Y ahí sí que hay un gran riesgo. Primero, porque mentimos diciendo que estamos seguros, nos creemos la mentira y jugamos a tener la razón, defendiendo esa opinión que no sabemos si es cierta. Y segundo, porque cualquier charlatán puede meternos los dedos a la boca. 

V

Propongo que cada vez que hablemos, pensemos si de verdad sabemos de qué estamos hablando y si no, lo reconozcamos. Pega duro en el ego, pero hay que hacerlo. Además, debemos saber que el otro, sin importar la reputación que tenga, puede estar equivocado.


VI

Qué peligro los confiados.

viernes, 29 de agosto de 2014

Puntos sobre las íes - Un nuevo intento

Otra vez voy a intentar un blog. Hace rato quería, pero soy muy flojo. Hace un mes (creo) he estado leyendo dos blog que terminaron animándome.

Por varias razones no publicaba en un blog: una sequía escritural bárbara, falta de tiempo (que es una mentira, claro), lo inconforme que me dejaron casi todos los post que hice hace mucho tiempo en este mismo blog, la falta de claridad sobre cómo quiero escribir, y mi rigidez, pues siento que está como mal usar un solo escenario para varias cosas. Un mismo blog para cuentos, política, comida y pendejadas varias, por ejemplo.

Lo primero fue superado con el post anterior. Habrá que ver por cuánto tiempo. Lo del tiempo era mentira y lo sabía, así que casi no es un factor a tener en cuenta. La inconformidad sigue y seguirá, pero ahora me siento un poco más cómodo para decir las cosas como quiero, sin pensar mucho en que queden bonitas. Eso también ayudó a solucionar el asuntico de cómo quiero escribir. Y lo fundamental: encontré una forma de escribir sobre todos los temas en un mismo sitio. Voy a usar etiquetas de búsqueda, que también pondré en el título, para que quien quiera leer sepa sobre qué voy a escribir. Y más que todo, para sentir que hay un poco de orden. Realmente lo de la rigidez no es lo fundamental, pero sí es muy importante.


Otra cosa que anotar: no pude borrar este puto blog para hacer otro. Por eso tuve que borrar todas las entradas y empezar sobre el mismo sitio. Iba a decir que eso es malo porque es como utilizar papel de la basura, pero no es cierto. O tal vez sí, pero no me importa. Borré los post y eso da un aire fresco. Qué cursilería, depordios.

Y una advertencia: hace como seis meses iba a empezar un blog de comida, pero no lo hice porque sabía que no escribiría regularmente. Escribí en google drive para ver si era capaz de mantener el ritmo. Hice tres post que se quedaron ahí. Tal vez los ponga en este. O tal vez este blog, aunque público, tampoco pase de tres post.

Vainas - Qué lejos está todo

Primero lo primero: lástima no poner esto en un blog, pero es por sinceridad conmigo, pues sé que no soy capaz de alimentarlo permanentemente. Ni esporádicamente, para ser totalmente sincero. Y lástima que así sea, porque escribir me gusta, pero tengo pocas ideas, o ganas, quién sabe.

Segundo lo segundo: hace ratísimo no escribo. O sea, escribir en serio, con las ganas de poner una idea en palabras. Porque en el trabajo escribo y escribo, pero casi nunca por placer. O catarsis, que es otra joda que me incita a escribir.

Y tercero lo importante: creo que soy muy bueno para las despedidas. Primero porque soy un buen mentiroso y puedo ocultar expresiones exageradas de alegría o tristeza. Segundo porque creo que son pocas las despedidas de verdad. Para que sea de verdad se requiere que sea bien lejos y por un tiempo prolongado. Si no cumple esas dos condiciones para mí no hay despedida. Y como no hay despedida, es un adiós como cualquier otro y por eso me genera más bien poca alegría o tristeza. Y tercero porque soy más de los tipos que gustan de botar basura, que de los que coleccionan cosas. 

Pero bueno, eso ya lo sabía. Lo nuevo es que ahora sé que soy bueno para las despedidas cuando soy quien se va, no cuando me quedo. O sea: cuando en una despedida soy quien se queda mi pokerface es impecable (ayuda mucho el asunto ese de las dos condiciones que mencioné arriba), pero después me entra un guayabo bravo. El guayabo es por lo que ya dije: porque me quedo. No es que me quiera ir detrás de quien se va, pues muchas veces poco me importa la persona de quien me despido. La cuestión es que cuando me despido de alguien que se va, me doy cuenta más que nunca que me estoy quedando, que al siguiente día mi rutina va a ser casi la misma, mientras que la de esa persona que se va será totalmente distinta. Mejor o peor, quién sabe, pero distinta. Y tampoco es que no me guste dónde estoy, sino más bien que tengo como miedo a quedarme quieto.

Hace poco puse en el tuiter que es bueno que las cosas estén lejos porque cuando están al alcance uno se va quedando quieto. No vi los problemas: hacen falta güevos para ir por eso que está lejos, hacen falta güevos para dejar tanta vaina atrás, hace falta saber qué quieres de todo eso que está lejos. Las cosas están más lejos de lo que aparentan.