jueves, 9 de marzo de 2017

Vainas - Venta de humo

El fin de semana pasado tuve que soportar una conferencia de algo más de una hora sobre el "éxito".

Con una compañera del trabajo fuimos al automóvil del conferencista a darle la bienvenida. El señor bajó de un BMW nuevecito. Rondaba los 70 años, no tenía pelo en la parte superior de la cabeza, de estatura baja, y excesivamente pálido. Usaba unas gafas Ray-Ban de aumento estilo aviador con marco dorado, en su dedo exhibía un anillo que lo acreditaba como integrante de los masones, y utilizaba una manilla de esas que regulan las energías y que alguna vez promocionaron en la tele: completamente de metal, color parecido al cobre, de más o menos un centímetro de grosor, en forma de circunferencia sin completar y con remate de esfera masiza en cada punta.

La conversación de ahí al salón (que no duró más de 10 minutos), el anillo y la manilla me bastaron para saber de qué iba la conferencia y que no tenía ni cinco de ganas de escucharla (qué hijueputa tan prejuicioso, sí). Al final tuve que ir.

Por más de una hora repitió una sola idea, que además es bastante obvia: la importancia que en la vida tienen las metas, la persistencia, la disciplina y la salud. Como era previsible, el éxito que pregonaba era puramente económico, aunque no lo dijera. Presentó su idea en formatos tan, tan absurdos, que escucharlo me produjo una mezcla de desaliento, odio y lástima. Por ejemplo, dijo "ustedes me cayeron bien, así que les voy a regalar a mi segunda familia". Y expuso acrónimos con las palabras mamá, papá y tía. Para hacerse una idea de la propuesta del conferencista, basta un ejemplo: una de las emes de mamá era "muévase". Sí, en serio, esa fue una de sus geniales recomendaciones. A lo largo de toda la conferencia no pude dejar de pensar que el tipo era un charlatán (para ponerlo en palabras amables) vendiendo humo; y tampoco pude dejar de asociar ese momento con aquel en que los españoles intercambiaron espejos por oro. La asociación fue más clara cuando promocionó su libro (al que con egocéntrico cariño llamaba biblia) y en media hora vendió más de lo que vende en una semana el señor del puesto de las exquisitas arepas que queda cerca a mi casa.


Los párrafos anteriores están escritos con un ego insoportable y pueden ser resultado de mi excesivo prejuicio hacia temas de autoayuda, superación personal, emprenderismo, coaching, esoterismo, etc. Es que quién soy yo para juzgar, o con qué derecho me atrevo a pensar y publicar que lo que él (y tantos otros) vende es humo. Pues es que hay algo odioso y peligroso detrás del negocio de vender humo: la multiplicación de la falacia que asocia el éxito económico exclusivamente con el "empuje" individual, y lo desliga del contexto. Eso es desconocer las diferencias de oportunidades que existen, y además ayuda a desvanecer el interés por promover la equidad. Entonces, tal vez sí soy muy prejuicioso con este asunto, pero creo así debe ser.