Leí
esta noticia sobre el papiloma en El Espectador. Me puse a pensar qué habría pasado si "Nelson Padilla", el editor que mencionan en la noticia, no hubiera recibido información científica adicional sobre el tema. Pudo pasar que se queda con la idea que le dio el "médico" cercano y no logra establecer que tal vez todo el asunto no pasa de una (cada vez más común en Colombia) histeria mediática. En ese contexto, sin más, decide regar la preocupación entre sus familiares. Como editor, imagino que goza de buena reputación en su familia y que sus apreciaciones son altamente valoradas. Supongamos, entonces, que su opinión cala tan profundamente en uno de sus familiares, que este decide no vacunar a su hija. Años después el cáncer y etcétera.
II
Estoy iniciando un proyecto con varios socios y me es difícil participar porque siento que asumimos muchas cosas sin tener información. Las discusiones sobre presupuestos que se presentan son aburridísimas (y hasta elevadas de tono) porque todos decimos lo que pensamos y emitimos juicios desde la especulación. Uno de ellos tiene más experiencia que el resto de nosotros y por ello aceptamos muchas de sus opiniones. Me asusta pensar que nuestro exceso de confianza sea la razón por la cual el proyecto se vaya al traste.
III
Nelson no quiere hacer daño a su familia y mis socios y yo no queremos quebrarnos, pero la cuestión es que asumimos y aceptamos tantas cosas tan despreocupadamente que somos un peligro para otros y para nosotros mismos.
Todos (o casi) actuamos así: opinando desde el "yo creo" o el "me parece". Y está bien, pues es difícil conocer de forma suficiente la gran diversidad de temas que hay que tratar en la vida. Pero hay que hacerlo con responsabilidad, reconociendo que uno usualmente opina desde el desconocimiento. Este post es el perfecto ejemplo de alguien hablando de algo que no conoce: el papiloma. Así que, para mi tranquilidad, es mejor que sepan que no soy científico ni médico ni nada parecido.
IV
Casi no conozco nada que esté fuera de Colombia porque conocer exige tiempo, y a donde he ido no he estado lo suficiente. Por eso hablo de Colombia. Aquí todos asumimos posturas desde el "yo creo", que es normal, pero las elevamos rápidamente a verdades irrefutables (mantengan una conversación sobre política con sus familiares y verán), sin reconocer que tal vez estemos equivocados. Incluso, omitimos el "creo que" o similares, y afirmamos tajantemente y con convicción. Y ahí sí que hay un gran riesgo. Primero, porque mentimos diciendo que estamos seguros, nos creemos la mentira y jugamos a tener la razón, defendiendo esa opinión que no sabemos si es cierta. Y segundo, porque cualquier charlatán puede meternos los dedos a la boca.
V
Propongo que cada vez que hablemos, pensemos si de verdad sabemos de qué estamos hablando y si no, lo reconozcamos. Pega duro en el ego, pero hay que hacerlo. Además, debemos saber que el otro, sin importar la reputación que tenga, puede estar equivocado.
VI
Qué peligro los confiados.